sábado, 21 de abril de 2012

En homenaje a mi perro


Cuando la alegría, el alborozo, la algarabía de un lenguaje ininteligible para el ser humano se torna tristeza, rabia y desesperación... Cuando queda el alma rota por una ausencia que siempre ha llenado un espacio vacio, un rincón incomprensiblemente grande, repleto de algo que no puede expresarse, ególatramente indefinido... cuando el silencio queda roto por un ladrido en el aire, por un ¿cómo te ha ido? Inexpresivo a ojos de los que no comprenden las miradas, de los que no entienden de sentimientos ajenos, de los que están muertos por dentro y pululan por esta vida sin sentido... cuando el que enfrenta cae abatido ante la blasfemia del vivir, del que nació para estar allí, sentado, paciente, dispuesto a morir por una caricia, por un beso, por un gesto compasivo... cuando me doy cuenta de que no estás quedo a merced del insulto, del ultraje a Dios, del que se llevó la más cándida de las miradas, de la bondad, del afecto, del que lame al rencoroso con saña, y perdona nuestros pecados más sombríos sólo con su compañía.

Ocho años que convierten diez hoy en profunda pena, en obstáculo insuperable que apenas vislumbra una salida al final del corredor de la muerte, al final de un túnel que no termina jamás, que ni se a donde va ni me importa demasiado. A merced de una corriente que me lleva, que me arrastra, que a veces me acompaña y a veces me empuja escupiéndome en la cara a modo de lágrimas ensangrentadas. Diez años que fueron arrebatados sin sentido, de forma egoísta por quien decide el mañana, dejándolos en ocho de finita felicidad. Deja que obserbe la delicada línea de la vida por la cual caminamos, deja que mire hacia adelante, también hacia atrás y vea las indefinidas curvas que dimos en nuestro camino hasta que se truncaron por sobresalto.

Dicen que el tiempo deja selectiva la memoria, que todo lo torna amable y confuso, las penas las mece en una cuna de rosas y te hacen esbozar una sonrisa, pero no es cierto, cada una de las espinas de la flor quedan clavadas en lo más hondo, quizás al descomponerse formen parte ya de uno mismo, agravando situaciones y discusiones de reclusión interna. Pregunta tú mismo, visita el pasado en cada fotografía, ahonda en los recuerdos y sacas tus propias conclusiones. Es doloroso saber que la caducidad indefinida puede afectar de golpe a tantas vidas, que no sirve de nada la interpelación arrogante a los ángeles que nos rodean. Es decisión de la vida. Y nos mostramos inconformes, pero no hay nada más que dar las gracias al que se va por las lecciones aprendidas, no hay nada más que el vacío, el silencio roto por un llanto que no comprende la injusta decisión mientras los ojos de tu amigo se funden al negro. Una mirada que dice Adiós, hasta luego, gracias por estar aquí.

(Te echamos de menos)

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