domingo, 27 de octubre de 2013

Maxibon Bon Bon Bon y otra M*** del montón

Que la vida es una sucesión de constantes decepciones es algo que descubrimos desde muy pequeños; y algo que se va haciendo cada vez más evidente a medida que vamos haciéndonos mayores. Las colecciones de cromos, los reyes magos, papá noel, el primer beso ... duros golpes a nuestra credulidad, innata en muchos casos al ser humano. Y es que ya lo decía Rousseau "el ser humano es bueno por naturaleza, es la sociedad quien lo corrompe". Bueno, habría mucho que hablar sobre esta cita, pero vamos a parafrasearla para apoyar la teoría que os estaba redactando 4 líneas más arriba.

La sociedad actual, consumidora insaciable de almas cándidas, incautas ... se aprovecha vorazmente de dicha credulidad, escudriñando cada pliegue de nuestro cerebro en busca del escéptico flash que nos haga dudar. Y para ello no duda en utilizar la más poderosa herramienta que el hombre ha creado para doblegar las voluntades: el marketing.

El marketing, amigos, la herramienta que vende "mierda a precio de oro" y te hace sentir mejor que el resto, diferente, superior. Como más cara es dicha mierda mejor huele. De eso saben mucho los americanos como ya descubrimos hace tiempo en nuestro blog con el temita de las Harley Davidson ilegales, los reyes del marketing, sí señor (reverencia).

Bueno, a ver, que tampoco quiero enrrollarme demasiado, ya sabéis que soy propenso a contar rollos, me voy por las ramas y luego éstas se parten y me caigo al suelo sin posibilidad de alcanzar el hilo argumental nuevamente... Así que vamos al grano.

Vamos, ahora sí, que levante la mano el que una fotografía como la que os muestro no le seduce ... un heladito de brownie, cookies, vainilla, chocolate, con pedazos de frutos secos en la galleta ... mmmm (imaginad a Homer Simpson babeando).
 

Un impresionante monumento para todos los sentidos que, como no, entra SIEMPRE por la vista. Nuestro cerebro idealiza la información y las papilas gustativas son engañadas vilmente por éste empezando a saborear sin haber catado más que visualmente. Es lo que se conoce como comer por los ojos.


El envoltorio alberga el tesoro que nuestra mente ha idealizado, un dulce manjar que va a satisfacer todos y cada uno de nuestros sentidos, el néctar que toda hada de cuento recoje en su regazo para despertar a encantadas princesas de cuento (sin consaguinidad borbónica ni leticianas escuálidas).
Pero como decía, la vida es muy cruel, una sucesión de engaños que se revelan en lo más cotidiano de la vida, ... constantemente.


Sirva de ejemplo la foto superior. Nuestra mente extasiada con el recuerdo idealizado entra en estado de shock y reacciona. Se escucha una neurona excitada a lo Mauricio Colmenero (¿pero esto que eeeeeeeeeeeees?)


La decepcionante sensación de haber hecho el idiota es desencadenada por cada uno de los sentidos, en cascada, la vista (salta a la vista, valga la redundancia), el tacto (galleta mojada), el sabor (brownie? si parece un corte de vainilla de los del bar Manolito), olfato (huele a algo este mojón?) y el oído (crujiente lo que se dice crujiente, ... pues no).

El marketing amigos, el marketing nos la ha vuelto a jugar...
 
¡Humanos, Yo os maldigo a todos! 
¡Maldigo a las mentes pensantes de vuestra agencia de publicidad! 
¡Maldigo vuestra insana capacidad de engaño!
¡Os maldigo!

Sí, ya oigo a los de la agencia pensar: "Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre."

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