Como amante de los animales y propietario de varias mascotas convencionales y exóticas que merecen además de todo mi respeto los mejores cuidados que puedo ofrecerles, me veo a veces contrapuesto a las ideas y opiniones de aquellos que dicen ser veganos pro-mundo animal amantes de todas las razas de la tierra que bla bla bla (rollos jipilongos de estos, ya me entendéis).
Decía que, como propietario de mascotas y gran aficionado al mundo canino (consumidor de productos no testados en animales) siempre me he visto tentado a adoptar a otro compañero/a de fatigas con el que compartir su/mi vida.
Entiendo que en la perrera hay cientos de perros pasándolo fatal; de hecho sólo hace falta pasearse un día por entre esas jaulas de bondadosas almas amontonadas dispuestas a darlo todo por una vida digna, mirar a los ojos de uno de esos animales andrajosos que alguna vez pertenecieron a alguien que les falló y darte cuenta de que te los llevarías a todos.
Esos ojos tristes que todavía no han aprendido a llorar pese a todos los fallos que el ser humano ha cometido contra ellos, esos ojos cándidos decía, expresan 100 veces más sentimientos que lo que nosotros llamamos o entendemos como amor. De hecho yo estoy convencido de que mis perros nos han querido (y nos quieren) el doble de lo que yo las he querido jamás. (Se perfectamente que si el que está leyendo estas lines no ha tenido perro quizás no logre entenderlo nunca y estará flipando un rato.)
El hecho de adoptar, además de convertirse en una necesidad, es una obligación por nuestra parte, ya sea por descongestionar las perreras como por ofrecer una segunda, tercera o en ocasiones una quinta oportunidad a un animal al que los seres humanos le hemos fallado. Piénsalo, un perro que de la noche a la mañana pasa de un sofá, o de un patio donde jugaba con su pelota y su dueño, a un recinto cerrado con olor a excrementos y con cientos de perros ladrando y aullando. Chocante. ¿Cómo te sentirías tu?
Siempre me he negado a comprar un perro, no veo bien el negocio que las casas de animales hacen de ello y la manera cómo se gestiona (falseando documentaciones para que desde las granjas de perros del este de Europa viajen millares de cachorros de dos meses a una vitrina de exposición). La lástima, la compasión por estos perrillos que cuando son demasiado mayores para ser vendidos son sacrificados o entregados a perreras me hacen sentir odio hacia los "señores" comerciantes de vidas. Pero una vez superado este rencor y consecuente con mis ideas uno se acerca a la perrera con el ánimo encendido por las brasas de la alegre convicción de que hace lo correcto ... pero se encuentra con algo con lo que no contaba: la castración.
Sí, los perros los entregan castrados y/o con una carta de compromiso de castración por parte del adquiriente si se trata de un cachorro. Ah! y tras el pago de cierta cantidad de dinero que va entre los 100 y los 200 euros. Entiendo o puedo entender los motivos por los cuales se entrega un animal joven castrado pero no los comparto. Es cierto que hay o habrá gente más o menos responsable a la hora de adquirir un perro y darle una calidad de vida decente. Pero ¿quiénes somos nosotros para decidir que él no pueda (en el caso de una perra) formar parte del proceso de la maternidad y posterior cría de unos cachorros? ¿y quiénes son los responsables de la perrera para decidir que yo tampoco podré formar parte jamás de algo tan bonito como el parto de una camada de perritos de mi perra? sí, si, de mi/tu perra, del animal que quieres como a un hijo (yo creo que más, como mínimo sabes que el animal jamás te fallará).
Llámale egoísmo si quieres; yo creo que deberíamos compararlo al cánon digital, estamos presuponiendo que mi perro parirá sin control, que endosaré perros a todo Dios, a diestro y siniestro o que los abandonaré... y ¿dónde quedaría mi dignidad? A ver, amigos, partimos de la base de que soy consciente del problema, que he adoptado a un perro de la PERRERA, que REPITO: soy consciente del problema y no quiero formar parte de él. Dejad de presuponer y de pensar por el resto de los mortales, por favor.
Nunca me ha gustado que los demás me organicen la vida, y mucho menos que me organicen cómo vivirla junto a aquellos seres a los que quiero. Entiendo que la decisión de castrar a un animal tiene que venir de la convicción de su dueño (mis perros están y han sido castrados) y no impuesta por las instituciones. Con el paso del tiempo y ahora que una de mis perras nos abandonó hace un año y la otra está empezando a envejecer me doy cuenta del mayor error que he cometido en mi vida: no haber tenido descendencia de ninguna de las dos. Con lo cual entiendo que no volveré ni tengo intención de volver a cometer dicho error.
Y ahí es cuando choca el tema de la adopción (y la castración) con la convicción de que sí debería hacerlo, pero no por imposición, jamás. La libertad de elección y el libre albedrío no puede ser roto por la voluntad de una institución. Y os juro que adoptaría a cualquier perro ahora mismo, pero el precio que pagaremos ambos en un futuro será demasiado alto como para si quiera planteármelo.