martes, 17 de julio de 2012

La felicidad tiene nombre de gato: Lorenzo

Mi mamá solía decirme que el mundo que nos rodea, más allá de nuestra casa, mucho más allá de donde alcanzaba mi vista era peligroso. Pero cuando somos pequeños, la inconsciencia viene cogida de la mano de la curiosidad. Y si a ello le sumamos la condición felina ya tenemos la combinación perfecta. El afecto de una madre, el control exhaustivo de cada uno de nosotros, las palabras de advertencia, ... no son nunca en vano. Y aquella tarde, en un descuido de mi mamá, escapé del calor de su regazo, del aliento de mis hermanos y fuí en busca de una aventura que jamás olvidaré. Al abandonar mi hogar me dí cuenta que el halo semitransparente que oculta la realidad era peor de lo que imaginé. Un sinfín de cosas extrañas alborotaban a mi alrededor y me engullían entre ensordecedores ruidos, cegadoras luces y la frenética actividad de unos seres que caminaban a toda prisa erguidos sobre sus patas traseras.

Quedé maravillado, absorto ante un mundo demasiado grande, infinito, casi eterno. De repente un ruido ensordecedor hizo que me sobresaltara. Salí corriendo. Asustado. Algo parecía perseguirme. ¿Qué estaba pasando? mi instinto me señaló un camino oscuro, de mi corta y justa medida. Justo cabía mi cabecita y mi cuerpo diminuto. De repente el ruido cesó. Mi corazón latía fuertemente, no me dejaba pensar. Al instante pensé en retroceder pero no podía, algo me lo impedía, así que seguí adelante. Al final del agujero veía escasamente pequeñas luces y otra vez un ruido que no cesaba. Como un rápido murmullo intermitente.

Tras un minuto claustrofóbico vi la salida. Tenía un pequeño desnivel así que salté y caí de pié (siempre caigo de pie). El murmullo se había vuelto insoportable. Un ruido atroz que iba y venía rápidamente. Fuuuum fuuuummmmmm. Acompañado de dos luces que aparecían y desaparecían con la misma rapidez. Al otro lado de donde estaba parecía que había un agujero por el que podía volver a meterme. Quizás allí encontraría de nuevo la salida y podría volver con mi mamá que, seguramente, estaría buscándome desesperada, como sólo una madre sabe hacer. 

Al cruzar, dos luces vinieron hacia mí rápidamente. El ruido ensordecedor zumbaba de un lado al otro. Me asusté. No parecía que fueran a detenerse. Me revolví. De dos saltos muy rápidos (que ni se cómo puede ejecutar) esquivé las luces. El ruido me desplazó unos metros hasta un rincón, donde en estado de shock empecé a llorar. Gritaba desesperadamente, pero los ruidos de las luces dejaban mudo mi lamento. Gritaba cada vez más. Y más. .- Mamaaaaá, mamáaaaaaa ... pero mi mamá no estaba allí. El ruido era ensordecedor, pasaba a mi lado tronando y desaparecía, para segundos más tarde volver a penetrar en mis delicados tímpanos. Cada vez más asustado seguía gritando ¿qué pasa? ¿qué pasa? acurrucado en el mismo rincón donde me había desplazado la fuerza de aquellas luces con ruido. No podía dejar de llorar.



Tras varios minutos de angustia en que cada segundo parecía que el ángel de la muerte me gritaba "¡vas a morir!" acompañado del haz de luz y el ruido ensordecedor, una luz pareció acercarse más lentamente que las otras. Me adelantó y se situó justo delante mío mostrando unas luces rojas y otras intermitentes de color naranja. Estaba aterrado. Me agaché. Del contenedor salió apresurado un ser de los que había visto anteriormente, erguido sobre sus patas. Se acercaba a mí. Me agaché todavía más, reculé un poco mientras gritaba y gritaba sin parar. El ruido seguía pasando a toda velocidad. En un momento el ser, altísimo, se agacho y me recogió. Me puso sobre su pecho. Notaba algo parecido a un corazón latir con fuerza.



Como cada lunes por la tarde, sobre las 9 de la noche estábamos mi novia y yo camino de su casa. Atravesando la plaza Cerdá y a través del túnel que separa mi barrio de la Ronda General Mitre: la Ronda del Mig. Íbamos charlando sobre no recuerdo qué chorrada. Teníamos un poco de prisa. La gente parecía haberse puesto de acuerdo en no dejarme pasar. Mucho coche, máxima velocidad permitida por el radar. Segundo carril sin posibilidad de adelantar... En un momento dado veo un pequeño bulto que intenta acceder a la calzada atravesando los dos carriles desde uno de los arcenes. Una rata, pienso. Una rata de esas que parecen gatos. La rata pega un bote, dos botes, y sale corriendo. ¡Coño! era un gato! un gato pequeño! me pongo nervioso. No puedo acceder al arcén. Un segundo coche me tapa el paso en paralelo. ¿Qué ha pasado? en décimas de segundo no he podido ver qué ha pasado... no puedo parar mientras los coches pasan a toda velocidad ignorando el suceso. ¿Qué hago? le pregunto a mi novia. ¿Qué hago? .-repito. Haz lo que debas hacer.- me dice (joder, que suerte tengo de tener una novia con la mente tan despejada).

No puedo parar, es imposible. He de dar la vuelta a dos kilómetros. He de saber qué ha pasado con ese gato. Creo que lo he visto correr. Como vuelva a intentarlo lo chafan. He de dar la vuelta. A toda velocidad (más de la que permite el radar) salgo al exterior de la ronda, doy la vuelta por la rotonda de la Corachán y vuelvo a meterme a la Ronda dirección a Plaza Cerdá. Voy pensando: aguanta! aguanta! no me jodas. Pero también pensando en lo peor. ¿Qué pasa si lo encuentro espachurrado? 

Hace poco, volviendo de Andorra, un pájaro se me cruzó, se metió debajo del coche y del golpe lo maté. Me afectó. En serio. Os podréis reir, pero me afectó. Vuelta a Plaza Cerdá. Unos segundos más, unos segundo más. Entro al túnel. Desacelero la marcha, a 20 km/h, a 10 km/h, miramos por el arcen en busca de un bulto, miramos la calzada en busca de... algo. Nada, nada, nada... Nada. Espera!!! hay algo allí!!! síiiiiiiiii. Freno bruscamente, pongo intermitentes, salgo del coche lanzado hacia el bulto. Los coches pasan sin cortarse a toda velocidad. Algunos me hacen luces. Que te jodan.- pienso. Allí, agachado está el gato. Un pequeño gato de apenas mes y medio. Gritando como un desesperado. Gritando tanto que el ruido de los coches desaparece por completo. MIAUUUUUUUU MIAUUUUUUU ... Alucinante. Está vivo!!! lo recojo sin problemas (el miedo que tenía es que al acercarme saliera corriendo y el desenlace fuera... el que conocemos).



Lo acerco a mi pecho. Lo palpo mientras me dirijo al coche. Parece entero. Se calla. Los coches pasan a mi lado, algunos deben pensar ¿qué hace este colgado parado en mitad de la Ronda? pero me da igual. Estoy contento, muy contento. Acabo de salvar una vida. Una vida inocente. Acabo de regalarle a "Lorenzo" (así le llamamos ahora) una de sus siete vidas. Los coches siguen pasando a toda velocidad. Me espero. Ni se inmutan. Pero en un descuido me meto dentro. Ya está, ha pasado todo amiguete. Respiremos tranquilos!!! MIAUUUUUUUUUUUUUUUU.

La historia me emociona. El gato por el pájaro, este ha sido el trato al que he llegado con mi karma. La felicidad me embarga, no os podéis ni imaginar cómo se siente uno. No es una heroicidad, fue un deber establecido por mi karma. Me puso a prueba y respondí. Genial. Sólo hay un "pequeño" problema... Tanto mi novia como yo somos alérgicos a los gatos cosa mala. Ya nos pasó una cosa similar hace cosa de 4 años. Así que no podemos quedarnos con Lorenzo. Lo cuidaremos, lo desparasitaremos, lo mimaremos hasta que podamos proporcionarle un hogar feliz, igual que hicimos con Klownie que disfruta ahora de una pedazo de familia a la que nosotros hemos agregado también a nuestro círculo de amistades más íntimas.



Lorenzo está acostumbrándose al trato. De momento es muy tímido y se ha empeñado en "vivir" en el interior una bolsa de papel, pero poco a poco va recuperándose del trauma. Lo pienso, me pongo en su lugar y flipo. ¿Os imagináis a vosotros en su piel? ¿Con un mes y medio de vida? Tenía que contarlo. MIAUUUUUUUUUUUUUUUUUU.

EDITADO A 31/07/2012

Finalmente Lorencito ha sido adoptado por la mejor familia que le podía haber tocado. La misma familia que en el 2006 se quedó con la otra gatita que nos encontramos entra las ruedas de un coche (Klownie), nuestros buenos amigos y gestores de la web www.klownsasesinos.com. Ayer estuvimos en su casa "entregando" a Dexter Lorenzo (su nuevo nombre XD) y presentándole a su nueva familia gatuna. La verdad es que me dió mucha penita, una mezcla entre alegría y pena, era tan chulo él... pero lo que me alegra el día es pensar que lo veré crecer y aunque él quizás ya no se acuerde de mí cuando sea adulto siempre pensaré que he obrado de la mejor manera posible con este pequeño milagrito negro.